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miércoles, 24 de febrero de 2010

Abierto 24 horas

Para robar una cartera- me dijo Alejandro en la boca de metro de Callao- solo necesitas dedos ágiles y la templanza de un torero retirado.
Por Preciados, entre ríos de gente, buceábamos entre bolsillos hambrientos y bolsos huérfanos. Hay días- me dijo Alejandro- que es mejor sentarse y ver pasar el mundo.

sábado, 20 de febrero de 2010

Anuncios por palabras

Llegué por su anuncio en la prensa local convencido de encontrar la mía.- Vendemos la canción de su vida, abarcamos todos los estilos, éxito asegurado y si no queda satisfecho le devolveremos su dinero-.
Estaba cansado en ese estado de orfandad permanente, observando como cada cual tenia una canción perfecta y armónica que representaba su vida con mas o menos exactitud.
Intenté adoptar alguna, pero aquello, en vez de definirme, me encorsetaba en estados mentales tristes, opacos y transitorios. Un dia, por contarles, tomé para mi Canned heat de Jk y aquello era terrible. Era entrar en algún garito y ya estaba yo con el soniquete- ei d.j let the music play- lo que ganaba era la animadversión del tipo en cuestión para toda la noche. Cambié,- Morena me das candela, le dije que si…….- nada.
Otra época me dio por asimilar y hacer mía Abrázame de Mónica Naranjo. No contento con bajar al infierno auditivo, imitaba las aperturas vocales de tan ferviente defensora del rojo berenjena, hasta que los dolores en molares y cuello lo desaconsejaban. Mi último intento fue una versión en español de una canción del malogrado y desteñido Jackson. -Échale la culpa al boogie-. Y tanto que se la eché. El pobre se llevó los palos de mis noches solitarias.
Así que cuando leí el anuncio vi el cielo abierto, claro y azul. No era mal trato y por el precio, - no me pareció caro 20 €- estaba dipuesto a llevarme puesta la canción de mi vida.
Ahí estoy, ando con ella, conociéndonos. Parece como si el cariño tardara en aflorar pero no me resigno. Además, siempre hay que estar en manos de profesionales. Mi espíritu arrabalero agradece tanta dicharachería campera. No hay duda, es la mía………………… ….Mi jaca, galopa y corta el viento cuando pasa por El Puerto camini--to de Jerez……

martes, 16 de febrero de 2010

Telegrama de urgencia.

Deben de ser las tres. Stop
Creo, que de la tarde. Stop
La claridad bombardea las cortinas,
la luz traspasa los sueños y
los recuerdos comienzan a llamar a la puerta. Stop
Alguien debería decirle al vecino
que su voz no es agradable. Stop
Y menos a ese volumen. Stop
Amarga el sabor del vodka malo,
las canciones de estribillo fácil
y los roces de urgencia. Stop
Mi dolor de cabeza
es la ausencia de tus besos. Stop
Vigilia de los sábados oscuros.
Mentiras, siempre las mismas mentiras. Stop

miércoles, 10 de febrero de 2010

A título particular

¿Y dice usted que fue ayer cuando perdió la inocencia?
-Si, creame oficial, caer en sus brazos y perderla junto a mi cartera, fue todo en uno.
¿ Y no desea usted presentar denuncia?
- Si, pero solo si me prometen dejar al margen a mi familia.
Por supuesto. Solo una última pregunta:
¿Podría darme la dirección del susodicho?, a título particular: naturalmente.

viernes, 5 de febrero de 2010

Regresos

Te alejas.
Multiplicas por diez la distancia.
Tantas horas de vuelo
dan tiempo a desmadejar la vida de cualquiera.
Quisiera verte sonreír al pasear
por tus calles de siempre,
esas que nunca veré
y no soy capaz de pedir en imagen.
Imagino tus perros después de tanto tiempo.
Ya ves,
si no fuera por el pánico a volar,
me gustaría llegar
al nivel del mar de tu ciudad
y desandar tus calles de antes,
las que ahora recorres
con la atención de un turista disfrazado.
Tengo tres monedas
en el bolsillo trasero esperando cambiar de mano.
Tu última sonrisa,
tiene el precio justo de las despedidas.
El suficiente para alguien
que no soporta un interés al uno por ciento.
Recorre el interior de las venas de los bares
y brinda una cuzqueña al aire de las luces,
esas mismas que iluminan
nuestros juegos
en las horas tardías del invierno.

lunes, 1 de febrero de 2010

Un capuchino por favor

A las cuatro de la tarde de este enero invernal, en un sábado gris plomo estampado de rebajas y saldos, lo que más me apetecía era tomarme un capuchino rodeado de fotos de la Roma de los cincuenta, donde todo personaje parece un actor en un sepia ausente y emotivo.
Ahí estaba yo sentado en una mesa repleta de sobres de azúcar maltratados y ceniceros de completo, intentando ser visto por el camarero de mesa, mas pendiente de limpiar sus uñas que de mirar a los clientes.
Observo a la concurrencia y todo es tan absurdo que me pregunto en que planeta vivo. Hay una camarera de pelo rojo limpiando mesas, que a la mínima inclinación nos deleita con un tanga negro bajo un tatoo parecido a la marquesina del bus.
Dos abuelas intentan convencer a una tercera sobre lo interesante y conveniente de los bailes de salón promovidos por el ayuntamiento. Gratuitos, naturalmente. Después de veinte minutos de espera, nadie sabe ni conoce el paradero de mi capuchino. Lo vuelvo a intentar, mientras me mira un niño de no más de cinco años con la lengua roja de piruleta y madre ausente, de esas de peluquería y puntas hacia arriba que tanto furor esta causando en estos tiempos.
Llega mi capuchino y no es un capuchino. Es un café con leche con nata, un colofón sacrílego a tanta mediocridad. Decido irme, acabo de inventarme una cita con R, que a mil kilómetros ni imagina ser una excusa perfecta para huir de tanto mediocre.
Paseo por la Gran Vía, después del destierro forzoso aún me parece mas austera y sombría que antes. Grita un niño a lo lejos y reconozco a esa madre. Camina charlando plácidamente de la mano de una bolsa de chuches.
No somos nadie.