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miércoles, 27 de mayo de 2009

De noche.

Era de noche,
la hora perfecta donde los mangantes
muestran su destreza
y los basureros despliegan sus buenas artes,
cuando las marcas que ya no dejas
se volvieron en mi contra.
No hubo nanas,
ni una expedición oscura de manos tibias,
ni humedad, solo silencio.
El mas leve ruido,
se transformó en un angustioso sonido
despertando mi desamparo.
Era de noche,
cuando los taxistas verdeaban las calles
de vuelta de viajes cansados y ojerosos,
cuando el timbre de los porteros
anunciaba tu ausencia
sin cadencia, ni ritmo.
Era de noche.

lunes, 25 de mayo de 2009

Linea 8

Esperaba mi bus de regreso a casa, con una mezcla de odio y esperanza por la tardanza. Llegar a casa, cerrar la puerta bajo cuatro llaves y olvidarme del mundo por completo, era mi principal preocupación, mientras seguía en fila, como un adolescente en un concierto, inquieto por la espera.
Treinta minutos y aquí está me dije, subimos a empujones, trompicones y mirando al suelo, para no pisar nada ni a nadie. Pasé mi bono y me adentré por el pasillo estrecho repleto de manteros, albañiles, oficinistas y estudiantes universitarias. Vi un asiento vacío y ahí me lancé, como en una competición atlética, no crean que soy egoísta pero mi parada es la última, y un recorrido de veinte minutos de pie jode, y bastante. Aunque era de esos asientos de espaldas al conductor, no le di importancia: a veces me cambia el cuerpo, dependiendo de los acelerones del conductor y he de bajarme una o dos paradas antes de tiempo.
Cuando ya estaba tranquilo en mi asiento, me dio por mirar frente a mi, y pasó tan rápido, que creo que mi conducta rayó lo infantil.
Era morena, ni guapa ni fea, como la canción. Una carpeta gruesa y varios libros de texto sobre sus brazos, y una mirada que se posó en mis ojos durantes dos segundos eternos, para mi al menos. Descubrí que mirando el cristal de mi derecha, reflejaba su imagen. Miraba y miraba sin descanso, pero también sin respuesta. Quedaban ya cuatro paradas para mi destino y no lograba nada. Pero nada. Así que saqué mi teléfono móvil y activé el bluetooth con la esperanza de que el suyo estuviera conectado, y premio, lo estaba. Intentaba mandar un mensaje, un escueto: llámame por favor. Lo intenté varias veces hasta que solicitó su parada en esos botoncitos rojos, desde ese día los odio, y por esas cosas de la técnica o de la suerte en la pantalla pude leer, NKIA 902 acepta el envío del mensaje.
Llegué a casa y no me despegaba del teléfono por nada, así hora tras hora, día a día, hasta que poco a poco se fue olvidando el teléfono y la morena.
Un domingo lluvioso de vuelta al barrio, entró al bus acompañada de una amiga. Hice todo lo posible por dejarme ver, me fui hacia el conductor, miraba hacia atrás como si esperara a algún amigo en alguna parada, pero no. No dio resultado.
Mi invisibilidad es directamente proporcional a la atracción que despiertan algunas mujeres en mi. Y lo que es peor, creo que soy invisible a todas las mujeres.

domingo, 24 de mayo de 2009

Tu nombre

Ya no compartes mis horas,
ni tu pecho en mi pecho cabe.
Ya no soportas mi aliento,
y el espacio que frecuento te parece cargado,
como esos bares donde no quieres entrar.
No me miras cuando hablas,
tus palabras suenan huecas y tan vacías,
que podríamos guardar en ellas,
reproches, cargados en camellos de oriente.
No te guardo rencor,
ya ni siquiera recuerdo la palabra,
con la que comienza tu nombre.

viernes, 22 de mayo de 2009

7J. EU.

Ya están aquí,
vienen a morder nuestros tobillos
de niños enfermos,
mientras solicitan su dádiva de cuatrienio.

Están aquí,
para ofrecernos lo mejor de su oferta,
depositando su fe ciega
en nuestra lucha de día a día.

Están y se irán,
olvidaran las promesas
como en los primeros besos.
Y volverá su ausencia,
hasta que llamen de nuevo a nuestra puerta.
 
 
 
 

miércoles, 20 de mayo de 2009

Waiting 4 U

Se me cansan los pies de esperarte,
mientras miro las persianas cerradas
de las casas y distraigo mi tiempo
preguntando su nombre
a cada baldosa que piso.
Observo ríos de bicicletas,
gritos, llantos y sonrisas como de patio de colegio,
y me rió de mí, y de las abuelas que cruzan la calle.

Se me cansan los pies de esperarte,
y las farolas medio encendidas
guiñan la confianza de mi espera.
Oigo un gol de fondo distorsionado,
leve, sin alegría,
de perdedor a cinco
y se acaban las luces
como caramelos de fiesta.

Se me cansan los pies de esperarte,
me siento, me levanto cien veces
y soy algo mas del paisaje
camuflado en esperanza.
Las flores de las aceras
esperan la respuesta a tanto tiempo presente,
mientras apareces de lejos,
semejante a un regalo de fin de año.

domingo, 17 de mayo de 2009

Relatos desde un insomnio tardío.

CINE.

Me encanta el cine y no tanto las películas. Si, han oído bien. Me encanta el lugar donde se proyectan durante dos horas de media, imágenes que a veces no logro comprender y otras, ignoro totalmente. Disfruto. A veces me deslizo por el pasillo central sobre la moqueta roja, a ser posible el primero, y elijo mi asiento, sobre la mitad mas o menos. Con las luces encendidas me gusta diseccionar el rostro de los presentes y la urgencia de los retrasados. Antes era muy amigo de Marcelo, el faro; así lo llamaba yo. Guiaba a los que llegaban tarde a sus asientos y a mi me fascinaba ver las caras de la gente entre el haz de luz de su linterna.
Marcelo me contaba que antes, cuando empezó a trabajar, las parejas se situaban al final de la sala, pero yo no distingo si hacen lo que me contaba Marcelo, se les ve muy concentrados en el rectángulo de imágenes. Es un sitio raro y extraño si te fijas detenidamente. Acuden con todo tipo de bolsas repletas de bebidas, comidas o incluso fruta, parece un picnic dominguero. Lo que causa mas revuelo son los sonidos de los móviles, ahí me divierte oír sus gritos y sus caras de enfado. También cambian de estado de ánimo dependiendo de no se muy bien, incluso una tarde durante una canción la gente hacia palmas y llevaba el ritmo. Lo mas curioso es que en una semana no suele repetir nadie, incluso quince días sin ver una cara conocida.
Me encanta el cine y no tanto las películas. Si, han oído bien. Sobre todo cuando encienden las luces y me devuelven al mundo, pisoteando palomitas por el pasillo enmoquetado, de vuelta a mi vida.

ALARIDOS VERDES

¿Crees que merecerá la pena?. Sin duda.
Siempre a mediados de abril, tacho con una equis en mi almanaque de colores el día 24: el día del libro. En mi ciudad, en esa semana, las casetas repletas de palabras huérfanas y
solitarias solicitan por cientos, el amparo de San Jorge.
Me acompañaba I como siempre. Paseábamos dibujando eses de caseta en caseta, leyendo títulos y apostando a perdedor como casi siempre, a la caza de libros raros y portadas extrañas. Tengo la fea costumbre de pasar la palma de mi mano, suave, sobre la tapa de cualquier libro interesante. Abrirlo y aspirar, percibir el olor a papel. Entiendo a veces la cara de estupor del librero de turno.
I me muestra la interminable fila de lectores, a la espera de la firma del Gala de turno y al poeta taciturno en sus pensamientos, solícito de atención.
Cuando llegamos a una editorial independiente, Atlántida, Atara, Atril o algo así, no recuerdo exactamente, pudimos ver sobre un montón de ejemplares, uno que destacaba sobre el resto por el título: Alaridos Verdes. I me miró sorprendida y se dispuso a hojearlo mientras el tipo de la editorial, mostraba al mundo su sorpresa ante la elección de I. Aunque reconozco que quizás fuese la atracción que provoca I al primer golpe de vista, inevitable por otra parte. Contaba con varios poemas sueltos y algún que otro relato, sin ninguna pretensión, lo cual era de agradecer. I me leyó un fragmento ante el deleite del librero, el cual intentaba otear el generoso y bello escote de I.”…. le desesperaba el andar despierto y sinuoso de todo aquel que a su paso, le recordaba su decrépita existencia, como si bajara en solitario al sótano de”. I cortó en seco y al levantar la vista, contempló a nuestro librero, quién sabe en una fantasía hipnótica, imaginable por otra parte, pendiente de todos los movimientos de I. Me miró y la miré, memorizamos una dirección de blog http://oscilacionespendulareas.blogspot.com/.¿ Tu crees que merecerá la pena?. Me preguntaba I mientras soltaba el ejemplar de Alaridos Verdes. Sin duda, le respondí, mientras nos alejábamos sintiendo la mirada lasciva del librero en la espalda de I.
 
GARCÍA

Ocurrió en agosto y si tuviera que dar detalles sobre el día preciso; cometería un error de precisión detestable. Podríamos llamar a ese día miércoles. Ni bueno ni malo. Sí, llamémosle miércoles por tanto. Perdonen mi descortesía, mi nombre es Javier, pero todo el mundo me llama Ronaldo por una camiseta amarillo pollo, copia de la original de Brasil, que llevé puesta casi todo un verano día y noche. Ese miércoles fue el último que estuve con García, mi jefe y sin embargo amigo.
Si pudiera cambiar mi vida en un piss-pass, si llegara a mi vida algo lo suficientemente distinto y atrayente, créeme que lo dejaría todo y comenzaría de cero.
No sé si le llegó. Pero lo que si es cierto es que no le volví a ver, Creí que estaba enfermo. Al tercer día pregunté en la fábrica por él, pero nadie parecía saber nada. Incluso su familia dijo no tener noticias de el desde hacía una semana. Su mujer y sus tres hijos no tenían ni idea de su paradero. A los tres meses tenia nuevo compañero. Hablaba y hablaba. De esos que no se cansan, como si dispusieran de un almacén de palabras interminable.
-¿Tu conociste a un tal García?. Algo he oído de el, le solté de un golpe intentando zanjar el tema, pero el siguió dándole cuerda.
Pues resulta que un contacto mío de dirección de empresa, me contó que lo trincaron en Brasil. Por lo visto el tío tomaba de la empresa dinero, hasta que creyó ser descubierto y se largó. Figúrate, dice mi amigo, la empresa con un desfalco y sin una pista del tío. Total, que contratan a un detective privado para espiar a su familia. Su familia, yo me quede de piedra, si la pobre familia se quedo aquí tragando saliva y suspirando. Pues mira tu que los han trincao en Brasil cuando llegaba la familia a reunirse con él.-¿En serio no conocías a ese tío?.
No, le dije. El García que yo conocía no huiría por 200.000 euros, lo hubiera hecho por un billete a ninguna parte, pensé mientras sonreía por dentro.

jueves, 14 de mayo de 2009

Compañeros de armas

El primer consejo que daría a todo aquel que quisiera dedicarse a este trabajo funesto y cruel es temple. Sí, temple. Como esos toreros que hacen del estatuario algo monótono y acompasan su muleta con cadencia silenciosa. No quisiera yo describir este trabajo como arte, pero a veces, en esos instantes de soledad eterna, si sentimos la importancia de nuestra labor e incluso desarrollamos un cierto sentido plástico.
Realmente no sé donde catalogar mi trabajo, incluso tendría problemas en encontrar un epígrafe en actividades económicas, pero por suerte o quizás por desgracia, nos mantenemos al margen de la ley.
La primera impresión es la que cuenta. Este trabajo tiene un decoro, una imagen, no te disfraces de ganster italoamericano. No cuela chico. Estamos en Europa, Siglo XXI. Nada que hacer. Viste bien, pero no des la nota. Ni demasiado moderno ni demasiado pretencioso. Ni demasiado hortera ni demasiado antiguo. Viste siempre como esa gente que pasa inadvertida chico. Limpio y discreto, ese es el secreto. El caminar es importante. La imagen que transmites al mundo es tu vida. No levantes los hombros ni muevas los codos de arriba a abajo, eso no se lleva. Camina silente, armónico, la imagen arrogante y segura despierta cierto recelo y eso no nos interesa, no.
Antes nos gustaba acojonar de inicio, mirabas las caras y percibías el miedo, que casi era palpable. Los tiempos cambian, ahora llegan los colombianos en el vuelo de las diez a Madrid y en el de vuelta de las cuatro ya van ligeros de trabajo, sicarios les llaman, historias de latinos comentan. Mira como cambian los tiempos que antes los latinos éramos los de aquí, los del sur de Europa y ahora resulta que no. Igual descubrieron que el puente de Brooklyn lo construyeron los romanos, la vida chico.
Imagínate ahora, cualquier iluminado portero de discoteca se cree protagonista de la última de Almodóvar, demasiado gimnasio y escasa preparación intelectual. Recuerdo cuando te saludaban con respeto los mismos que antes intentaban, por su bien, darte esquinazo en cualquier calle para evitar una deuda. La violencia era el último recurso y créeme que aunque he evitado siempre dañar por dañar, cuando surgió, no era algo para alardear por las esquinas. Fíjate chico. Cambia la vida a segundos y en este negocio más.
Ahora aquí nos vemos y no creas que porque no me respondas, sé que es por esa mascarilla que te obligan a usar, sé que estas totalmente de acuerdo conmigo. Mira a ese que llega cada mañana. !Arriba abuelo! será posible, hace veinte años te querría yo ver, que suavecito hablarías. Chico estamos aquí de sobra. Yo ya lo dije: en un asilo, no quiero cargas para nadie. Pero chico como cambia la vida. Cuanto daría por tener unos cuantos años menos, alguien lo iba a pasar mal. Maldita sea, la hora del paseo, como te envidio con tu oxígeno ahí sentado, Por cierto chico he de contarte varias cosas de mi trabajo. Por cierto.
¿Te he hablado alguna vez de mi trabajo?.

martes, 12 de mayo de 2009

Giros, madejas y vacíos

Mediados de enero. La respiración que expulsa mi cuerpo deja un reguero en el aire que enseguida asciende y se pierde. Somos chimeneas adheridas a un cuerpo humano.
Camino despacio hacia tu encuentro y llevo un tiempo dándole vueltas a las palabras justas y precisas, no quiero que suene a una despedida premeditada: pero tampoco quiero que suene a un adiós urgente. Lo tengo todo ensayado, cada movimiento de mi cuerpo acompañado por las palabras y los gestos oportunos, el sorbo de bebida que de tranquilidad y nos rebaje la ansiedad, el silencio adecuado en el momento justo, la mirada perdida intentando reflejar lo duro que resulta acabar con esta parte de nuestra vida.
He de reconocer que llevo mucho tiempo preparando esta escenificación y aún así reconozco que no sé si dará resultado. Mientras recorro las calles, ya atardeciendo en este invierno maldito y culpable, pienso en las cosas mas estúpidas del mundo y al soltar una carcajada mas estúpida aún, alguien a mi lado, un paseante solitario, me mira con cara de perplejidad y algo de estupor.
La Gran Vía, otrora signo inequívoco del mundanal ruido, es ahora un apagado y triste rincón mundano y solitario, solo aderezado por los pasos rápidos de los que esperan esos autobuses rojos como flores de pascua: esos que devuelven a cada uno al sitio de donde quizás no deberían salir cada mañana. Suelo ser puntual a mis citas e incluso me gusta disfrutar de esos diez minutos de antelación mirando escaparates y diseccionando el gusto de los últimos compradores, sobre todo en esa zapatería , esa que solo vende zapatillas de andar por casa. Llego al Alquimista como siempre, cinco minutos antes de la hora acordada y salvo Erik, el nuevo fichaje del local, no reconozco a nadie, tan solo ese olor a cristasol que me pone enfermo y que emplean para limpiar las estanterías de licores.
Ahí estas, siempre puntual. Me saludas con un simple beso en la mejilla y puedo adivinar tu cara de sorpresa ante la cita urgente. Paco, me dices, ¿Por qué tanta prisa? y yo comienzo mi
alocución con ademanes de actor de segunda fila.
Siempre he admirado a esas personas que evitan los grandes discursos y se adelantan a los acontecimientos. Ese siempre ha sido tu caso, adelantarte a mi intervención como esos preparadores de oposiciones a juez. ¿Entonces se acaba?, me disparas a la primera oportunidad. Olvidando el guión por completo digo si, mientras un silencio eterno se apodera de mi mundo, del tuyo y del Alquimista, sumergido en la voz de Quique González: casualidades de la vida, tu canción favorita que entonas y escupes con un dolor sordo.
Ya no hay mas palabras que disfracen ni gestos que dulcifiquen, esta todo dicho. Al salir
parecemos distantes, nos cedemos el paso como dos extraños y nuestro tono de voz carece del afecto de hace cinco minutos. Al despedirnos, que eterno me parece, entonas la última voluntad del fusilado, así me lo parece. Paco se sincero por favor. ¿Hay alguna chica?. Y por una vez soy sincero sin premeditación alguna.
No. No hay ninguna chica Juan. Solo ganas de acabar con todo y empezar de nuevo lejos.
Muy lejos.

domingo, 10 de mayo de 2009

Emotivos y dispares

Ocurrió, solo digamos que ocurrió
y por sorpresa,
como esas manchas de aceite
transportadas sin atención alguna,
sorprendiendo con su apariencia.

Extraños pidiendo perdón en cada tacto,
en cada movimiento.
Quizás nuestra imagen
era la pregunta perfecta a tanta audacia,
respuesta a todas
las canciones de niños huérfanos.

Volvimos para recuperar aliento
a los lugares inventados,
masticamos el deseo
en cada bocado de aire.
Y ocurrió, solo digamos que ocurrió,
con la precisión de un encendido
nocturno y callejero.

martes, 5 de mayo de 2009

Mutilada estrella pop

Decidí no hablar de ti ni nombrarte,
aunque me resulta imposible
con tanta basura rodeándome,
demasiado aroma a modernidad fracasada.

Las pulgas tan orgullosas
con su altura en el mundo,
compitiendo, a sabiendas
de no ser nada más que nada.

Las orgullosas posturas de los chicos pop
mutiladas de compromiso alguno.
¿Crees que volveremos a ser algo?,
miremos derretirse el aire,
solamente, con su presencia.

sábado, 2 de mayo de 2009

Domingo soleado por los tejados

Por los espejos de los escaparates
mirábamos nuestro perfil
-branquias bajo el agua- cantábamos
con la pretensión de los niños felices.
Deberían contar las esquinas
y confirmar los pasos de cebra,
lo ridículos que parecíamos
vestidos de artistas charlatanes,
calados de un chaparrón de autoestima.

Bailábamos canciones tristes,
a nadie le importaba entender una palabra
de ese inglés inaudible y seco,
nuestro himno no era una canción
era un lugar, un destino.

Llegábamos a la ciudad
buscando el regalo de cumpleaños
a mil años perdidos,
las aceras gritaban y los claxons coreaban,
domingo soleado por los tejados.

Algunos miraban, observaban
lo importantes que nos sentíamos, tan diferentes,
tan extraños al resto.
La felicidad desbordada
como flores marchitas en una copa de ginebra,
-branquias bajo el agua- cantábamos,
y nuestras sonrisas hacian reir
al mundo que nos veía de vuelta.