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jueves, 4 de julio de 2013

Mañanas de verano

Siempre ocurre sobre las 9.30 de la mañana de este verano que no lo parece tanto. Al salir de casa cierro sigilosamente la puerta y el portal queda a mi espalda silencioso y vacío como un diciembre de vacaciones playeras. Camino despacio, ya no hay sorpresa pero aun así, paso por delante del  número 13 y desciendo por el 14 y comienzo a ver a un señor gordo en pijama fumando un cigarro. A mí me pone nervioso eso de ver a la gente en pijama en la calle y cuando es plena mañana más.

Lo veo estático pero receptivo. Y ahí comienza en una armonía de subidas de tono, los susurros de una mujer en plena marea sexual. Yo miro al hombre en pijama pero no parece percatarse. Me lo imagino ahí aún después de doblar la esquina y pienso en los gritos y en la mujer.  Llevo tres días con la misma mecánica y son tres los días que llevo buscando a la mujer susurrante y no hay forma. Ayer me crucé al hombre pero esta vez sin pijama.
Me parece aún más ridículo que antes. Creo que los gritos provienen de la señora del segundo y no de la estudiante rubia y altanera del 1 izquierda.  Deberían prohibir los gritos de sexo mañanero, sobre todo los ajenos. Ahora comienzo a entender al señor del pijama. Tampoco soportaría los gritos de nadie, sobre todo si son los de tu mujer.