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lunes, 27 de abril de 2009

Interminable

Hay días que comienzan tan lentos,
que los segundos saltan del reloj
a cotejar el aire,
como pájaros invisibles.

Días pesados como toneladas,
donde la mas grata sorpresa
no levantaría el ánimo
al sopor más absoluto.

Días que niegan el final,
y hasta en su último aliento
desaparecen infelices,
con el orgullo de un niño feo.

jueves, 23 de abril de 2009

Gabriela

Los recuerdos tienen la fea constumbre de devolvermos a las personas idealizadas, o totalmente maltrechas del largo viaje de nuestro subconsciente. Así mi memoria escupió a Gabriela, supongo con el único propósito de condenarla al olvido.

Apoyaba sus codos sobre la barra del Alquimista mientras su mirada se clavaba en algún punto fijo de una estanteria con botellas de licor. Fumaba negro y me sorprendió por lo poco casual, bebía pintas de cerveza acompañadas como bien supe después, por chupitos de Cuatro Rosas. Desde el primer instante, supe que era argentina por esas deportivas negras- cuya marca no voy a citar, a no ser que me contraten como guionista de su próximo spot publicitario- que extrañamente a nadie se les ve en mi país, aunque reciba mas de cuarenta millones de turistas. La segunda pista inequívoca de su procedencia un -¿ podés darme otra cerveza?-, expulsado con la seguridad de un boxeador aspirante al esquivar un golpe, que corroboró mis ideas anteriores. La definitiva, la que me dejó claro que era argentina, fue un -¿tenés fuego?-, seguido de un no por mi parte, y un escusado- lo dejé hace tiempo-, cuando su mirada casi me abrasa por no pertenecer al gremio. A partir de ahí no se si las moléculas o los átomos, el mundo que gira en dirección contraria o simplemente el aburrimiento, me bridaron ser el centro de atención en las siguientes dos horas de su vida.
Me dijo que dejó su ciudad, muy a su pesar, por que la apretaba. La asfixiaba. Su amigos, su famila, como casi todo el mundo, se dió el lance por una situación bastante mala economicamente y acentuada por la ruptura de su matrimonio. A la media hora no tenía claro si era el corralito quien empujó a Gabriela a dejar su país, o fue el fracaso de un matrimonio disparatado con un cholo -aún hoy no se que significa- loco. De él quedó como prueba una hija, Marcela, bajo cuidado de los padres maternos y añorada hasta las lagrimas. según sus propias palabras. Lo sorprendente era que a la vez que hablaba conmigo, podía llevar las conversaciones de los camareros y estar pendiente del partido de champions de la televisión sin perder el hilo de su relato, como si este hubiera sido puesto en escena cada noche, como si solo cambiaran al actor secundario. Hablamos de lo duro que eran los comienzos en un país extraño - flaco no te hacés a la idea-, sin plata. Aterrizó en Madrid casi con el único equipaje de la tristeza y tuvo que buscar a los amigos de unos amigos. Algo frecuente me contó, doce horas tardó en dar con ellos para poder dormir en una habitación compartida por tres personas. No pude saber los pasos dados hasta acabar en esta ciudad. Dió un giro rotundo a la conversación opinando sobre la atracción que sentiamos hacia las argentinas, mientras postulaba esa pose de jugador de tercera pretendido por un gran club.
- Flaco vos bebés a sorbitos-, me decía mientras mezclaba el Cuatro Rosas con esa cerveza rubia irlandesa tan dificil de pronunciar y de recordar. Había logrado rehacerse aquí, convivía con un chileno, pero según ella, se la daba de vez en cuando por aquello de sentirse rebelde ante el mundo. Fueron dos horas intensas, me sentí psicólogo y comprendí la proliferación de ciertas profesiones, mas aún en ciertos paises. Con la misma naturalidad que contaba en su relato, pidió la cuenta y anotó su teléfono en un cartón, que recorto antes de su paquete de tabaco. - No dejés de llamar flaco-. Me dió un beso en cada mejilla y se retiró guiñandome un ojo.

Nunca la llame. Ni la volví a ver jamás. Puede que volviera con su Marcela y su cholo loco.
O tal vez se cansara de esta ciudad y tuviera el valor que nos falta a muchos de abandonarla.

viernes, 17 de abril de 2009

The First Day

El primer día que quise escribir de ti,
las palabras formaron tal atasco
que acabaron amontonadas unas sobre otras y
decidí definirte con una O abierta y larga,
sonora y profunda,
hasta encontrar otra vocal que te hiciera justicia.

El primer día que quise escribir de ti,
los puntos y las comas bailaban como locas,
libres, riéndose de mi falta de oficio.

El primer día que quise escribir de ti,
no encontré el adjetivo,
y la marcas de tu piel volaron limpias, puras,
solo dibujadas por las yemas de mis dedos
sobre el papel blanco.

El primer día que quise escribir de ti,
no logré encontrar ninguna palabra
que pudiera ni tan siquiera recordarte.
Acabé arrojando en un cajón montones de letras mudas,
basura que revuelvo intentando encontrar
las formas adecuadas.

sábado, 11 de abril de 2009

Rolando Gómez G

Despierta de un sueño terrible y le duelen hasta los parpados. Al abrir levemente los ojos puede observar que no se encuentra solo en esa extraña habitación. Descubre a Alicia mirándole como quien descubre un tesoro bajo sus pies. Antes de dirigir ni siquiera una palabra, Alicia se le acerca- ¿Cómo te encuentras Rolando?, comienzan a reflejarse imágenes y rostros por su mente, pero no tiene claro el origen de su desdicha. Pregunta por tía Julia por Andrés, por el tiempo que lleva postrado en esa cama. Alicia hunde la mirada y recoge un sobre que lleva guardado en su bolso y se lo entrega. Rolando se siente mas confundido aún. En el sobre puede leer: Para Rolando Gómez y el remitente es un tal subinspector García. Rompe, no con mucha facilidad el sobre, y extrae una hoja escrita a una sola cara y con una letra bastante correcta.
Estimado señor Gómez:
Espero que se encuentre lo suficientemente bien para leer esta carta, cuya única función será la de aclararle lo sucedido. En primer lugar le diré que el asesinato de su hermano Ramón no tenia relación con el estraperlo, al menos no por su acción directa. Su hermano, al igual que usted, se creía hijo único. Cuando supo de su existencia quiso ponerse en contacto con usted y ahí comenzaron sus problemas con la organización criminal a la que pertenecía. Eligió un nombre de parapeto, para no crearle problemas: Ricardo Martín. Cuando la organización supuso que buscaba nuevas vías de distribución decidió liquidarlo. Y decidieron buscar a Ricardo Martín para darle papeleta al otro barrio. Aquí es donde entramos usted y yo en esta historia . La organización contaba con un infiltrado en la comisaría: Ramírez. Con un topo dentro, siempre iban un paso por delante de nosotros, hasta que un soplo a Hernández, por parte de la central, nos situó de nuevo en la pista correcta. Lo que le voy a relatar ahora no creo que sea algo que le haga muy feliz.
Los cabecillas de la organización en la ciudad eran Rafael y Tía Julia, y la ferretería una tapadera perfecta para evitar sorpresas en las cargas y descargas. La verdad que la historia se complica al creer la organización que tanto Tía Julia como Rafael, estaban al tanto con el cambio de distribuidor, y decidieron enviar a tres miembros para ordenar la situación. A usted lo confunden con su hermano, y es secuestrado junto a Rafael y a Luís Sánchez, un chaval joven sin responsabilidad alguna en la trama. Secuestro que termina con nuestra intervención. Eso es a grandes rasgos toda la historia, Tía Julia y Rafael están detenidos y en cuanto a Alicia créame que no estaba al tanto de nada.
En cuanto a mi, vuelvo a la ciudad que no debí abandonar nunca. Todas las heridas se cierran y los castigos se olvidan por nuevos premios. Vuelvo al hogar y a la mujer. Seré sincero si le digo que intentaré olvidar lo mas rápido posible esa ciudad, donde durante tanto tiempo mascullé mis miedos, y donde me arrinconó la soledad.
Si tiene alguna duda le remito al nuevo subinspector, Hernández, un ascenso merecido sin duda. Yo vuelvo a mi ciudad, a mi vida, la que no debí abandonar nunca.
Sin mas. Un cordial saludo: Inspector García.
A pesar de leer despacio, para intentar asimilar toda la información, Rolando se queda mirando a Alicia, que responde con un si gesticular y sincero.
Comienza un dolor que ningún analgésico puede disminuir y solo la vida, quedamente y despacio, puede ir aminorando con el paso del tiempo. O eso cree, mientras sus manos huesudas buscan a Alicia.

domingo, 5 de abril de 2009

Rolando Gómez F

Parece revivir la misma situación pero en diferente lugar. Ya no le parece tan parco y triste el despacho de García. Se ve sentado como entonces, pendiente de unas preguntas, pero ahora el tono es distinto y la exigencia, un invitado presente en todas las miradas. Ahora siente miedo, en el trayecto iba acompañado de un chaval de unos dieciocho o diecinueva años, pudo ver a Rafael en el otro vehículo y no entiende nada. Hay una pregunta insistente y machacona acompañada de la misma respuesta.-Ya se lo dije, no conozco a ningún Ricardo Martín y me llamo Rolando Gómez.
Alicia esta preocupada y decide llamar a Julia. Es la primera ver en su vida que tiene que abrir la ferretería y sigue sin tener noticias de su padre. La sorpresa es mayúscula. La ausencia de Rolando aún la paraliza mas y le aterra el pensar las consecuencias de la desaparición de ambos. Pasadas las primeras horas lo tiene claro, debería llamar a aquel policía, debe de haber alguna explicación lógica a tanta angustia acumulada.
Rolando puede ver como arrojan a Rafael al suelo en el fondo de esta nave sórdida. Solo llegan los ecos de algunos gritos, y no acierta a descifrar un galimatías de movimientos corporales, traducidos como amenazas. Acercan una silla junto a el, y arrastran a Rafael como a un muñeco de trapo hasta dejarlo sentado en ella. Ni siquiera dirige una mirada sobre Rolando, su vista parece detenerse en alguna mota de polvo del suelo o en algún agujero de este desconchado pavimento. Ahora no sabe donde esta el chico que le acompañaba. Empieza a sentir el miedo físico cuando descubre las cejas, las mejillas, los ojos, la dignidad perdida a golpes de Rafael y reza. Reza por que todo sea un sueño, reza por un final rápido en caso de llegar. Mientras, mira la entrepierna humedad de Rafael y siente un pellizco en el alma, un dolor interior que le desgarra por dentro. Regresan los gritos, las voces, los golpes secos, los intuye a sus espaldas. Regresa el chaval y ahora si levanta la vista Rafael y parece maldecir en silencio. Sabe que es su turno y mira a los ojos a ese tipo extraño de acento extranjero, pero no acierta a despejar ninguno de sus miedos. -¿ Por donde empezaran los golpes? Se pregunta mientras se aleja sujetado por el brazo de mister stranger.
En la comisaría no tienen ni idea del paradero del subinspector García y la llamada de Alicia destapa ciertas suspicacias después de que esta mañana preguntaran por él, desde la dirección general. Después de cinco horas sin tener noticias sobre el paradero de ambos, Alicia decide personarse en la comisaría del este. Sube a la segunda planta, donde le han dicho que se encuentra el despacho de García, pero no hay nadie. La puerta esta cerrada. El mundo que esconde esa habitación está vedado a más de uno, piensa para si, mientras ve la sordidez del paraje. Después de tres intentos más, un policía insinúa que no solo ella busca al subinspector. Traga saliva y pide por todos los santos, que la desaparición de los tres tenga algo en común, y a ser posible que acabe cuanto antes.