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lunes, 28 de junio de 2010

Hombres o mujeres

Para mí- comentó Juan como quien imparte cátedra- solo hay dos tipos de mujeres: las bellas y las ajenas. A lo que Marisa, mientras cortaba su filete con un cuchillo torpe, no le dio la más mínima importancia. Para ella, los hombres solo se clasificaban en tres: bobos sin recursos, bobos con recursos y estúpidos completos. Cuando Juan recogió su visa al camarero, le susurró por lo bajo una invitación sobre incursiones en jacuzzi y sábanas de seda. Marisa descubrió una cuarta categoría: pedantes sin escrúpulos.

Lo siento- comentó con una leve sonrisa- le debo una noche tranquila a mi perro.

domingo, 20 de junio de 2010

La esquina de Julio

A Julio, solitario y cabrón, no le importaba lo mas mínimo que sus chicas trabajaran en esa esquina donde los maderos solitarios y pendencieros, lavaban sus trapos sucios e intercambiaban teléfonos de móvil con la misma rapidez que los billetes de quinientos.
Yo he visto a Julio presumir en barras de bar de impunidad, de extorsión: de rebajas en lluvia dorada a ciertos jueces, a lo mas granado decía. Pero las uñas cuarteadas y a medio pintar de sus putas sin papeles, las ropas de mercadillo y el tinte ya negro en la raíz de un rubio platino de un tiempo mejor, no encaja en un mundo fascinante y glamuroso. A Julio, el alcohol, le hacía tan fanfarrón que perseguía las vespas rojas como a moscas de cocina, palabras vacías de acciones. A Julio, se le iba la mano. No le importaba maltratar por cuarenta euros de menos en noches frías, donde casi era un milagro sacar veinte a cualquier insensato que se jugara su salud en aquella esquina. Por eso, cuando a Julio le dieron puerta, una especie de alivio pasajero recorrió el barrio. Se dice que fue un policía, la competencia, asuntos de drogas, incluso una amante despechada. Pero yo se quien fue y no lo pregona por las esquinas. A veces la vida nos enfrenta con héroes anónimos sin motivos aparentes. A Julio ese día, le traspasaron el negocio, y ahora nadie paga alquiler por usar esa esquina.

sábado, 12 de junio de 2010

El baúl de las palabras robadas.

Mi arcón preferido contiene algunas letras robadas a destiempo, con la velocidad urgente del robo perfecto. Visité bares, donde algunos adjetivos olvidados en la barra parecieran llamarme a gritos para darles otra vida más acorde y segura. Hay bares de tabaco negro y pena reciente donde me siento a escudriñar, observar, estar al tanto de alguna exclamación fortuita olvidada en cualquier respaldo. Las filas del bus: las palabras pasan de bolsillo a bolsillo con la inseguridad de un toro mecánico de cartón. Mi primera palabra robada fue “estúpido”. Después de coleccionar adicciones múltiples, innecesarias e insalubres, la encontré instantes después de ser dirigida a un motorista por una señora de mediana edad en un paso de cebra.
Abro mi baúl y me gusta verlas amontonadas a su aire y lazarlas al cielo- un manojo de vida ajeno, que veo caer a mi cofre como un tesoro-. Los espacios abiertos son inseguros. El eco- competencia desleal- siempre juega en casa y me falla el factor sorpresa. Otra que guardo con gran afecto es” lamelibranquio”. Bonita ¿verdad? Reconozco mi falta de cultura, criarme en la calle tiene estas cosas, lo que ganas por acá, se pierde por allá. Fue tanta la impresión causada que saludaba a mis amigos con la palabra. Es curioso, he descubierto que el desconocimiento produce cierta tensión.--- Eres un lamelibranquio perdido--- provoca silencios que parten la pana.
Hay palabras que desecho, no me gustan, parece como si mi colección perdiera valor- , tronco, alianza, ONG, injusticia, marrón, abertzale, nacionalismo ….- denigrantes.
Ahora es otro cantar. Con la crisis nadie deja ni un te quiero sobre una mesa. Un “te odio” que producía cierta grima ahora es un valor cotizado.
De casualidad, olvidada en un banco público o quien sabe si menospreciada por la competencia, encontré la palabra “amargo”.
No lo hice por desprecio, pero hubo un segundo eterno y me vi robando y haciendo el mal sin el único motivo del placer de acumular el bien ajeno. Ya es hora-me dije- de ganarme mis propias letras y fabricarme algo de respeto ajeno.
Ahora como penitencia, voy dejando mis palabras en esquinas olvidadas, plazas, reuniones y fiestas. Vengo de dejar “lamelibranquio” en el asiento de un bus de la Línea 23, justo antes de bajarme en la parada de la Casa de los Tiros, donde una presentación literaria condensa por lo que parece, a lo mas granado de la ciudad.
Lo que sabrán ellos el dolor que provoca, desprenderse de las palabras que uno ama.

lunes, 7 de junio de 2010

Asfaltos criminales

Fue como al abrir una nuez.
Pasó ese bus rojo sobre aquella
paloma embustera y sus huesos
no prolongaron mas de un segundo de sonido.
Te miré. No volvimos la vista al asfalto
y me hablaste de lo incierto de la vida,
de cómo acaba todo en un segundo.
Sabía a donde íbamos, a donde nos llevaría
ese café eterno en palabras rebuscadas
para sustituir un hasta nunca por un quien sabe.
A mi también me duele el destino pensé,
y no tiento a la suerte picoteando asfaltos criminales.
Me dio pena verme tirado en el asfalto
en tu adiós lastimero,
nadie giró la cabeza al oír mis huesos quebrados.

jueves, 3 de junio de 2010

Corazon de navaja (2)

Tenía por entonces diecinueve años y aunque solo la superaba en tres, parecía como si aquella criatura joven, fresca y brillante, me hiciera mayor de treinta.
Tomaba coca-cola y le gustaba despegar las etiquetas de la botella para escribir poemas que posteriormente arrojaba al suelo en pequeñas bolas de papel arrugadas. Otras, realizaba figuritas indefinibles, leía y releía sus poemas hasta que empujada por quien sabe que, los hacia tiras de papel con reverso plateado que hacía girar sobre la mesa del bar. Cuando ella iba al lavabo, yo tomaba esas pequeñas bolas parecidas a migas de pan del suelo e intentaba unirlas en un puzzle contra reloj que nunca conseguía realizar.
Mi vida con Lidia fue un constante sube y baja, una montaña rusa frenética, donde el final del viaje era esperado por ambos, aunque tuvimos que esperar demasiado; algo mas de diez años.