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lunes, 30 de mayo de 2011

A mí no me gustan los gatos.

A mí no me gustan los gatos. Ni me gusta esa manía tuya de pararte en cada esquina observando el caminar de los felinos. Tu gato Ulises es un ejemplo de virtud comentas. Es más limpio que muchos humanos y más inteligente. Yo agrego que no pide dinero, ni solicita sexo el sábado noche. Tampoco tiene el mando a distancia bajo su dominio. Son las ventajas de tener un gato comentas. Yo prefiero tener un marrano. San Antón sería una locura. Deberían prohibir la venta de carne de cualquier ser vivo. No está bien comer carne, la tortura animal debería avergonzarnos comentas. Una zanahoria sufre aunque tú ni te inmutes, también es un ser vivo. Pero la sola idea de masticar carne te produce escalofríos. Yo me comería un buen solomillo y no la porquería que tenemos que aguantar aquí. El domingo tengo un bis a bis por 50 euros. Tú tienes el tercer grado en 15 días. A mí no me gustan los gatos. A ti es lo único que te salva de la rutina diaria en el paseo por el patio. A mí me quedan diez años y mi libertad tiene el sabor de un churrasco a la brasa.

lunes, 16 de mayo de 2011

Lo sabía.

Lo sabía. Desde que presioné el interruptor, sabía que llegaba mi hora. No suelo abrir la puerta así como así. Me cercioro de que la persona que acceda al banco tenga un aspecto que me resulte agradable. Si no es así, ignoro el ingrato sonido del timbre maldito, hasta que algún compañero acciona la apertura.
Jaime, el jubilado que todos los viernes saca 50 euros para sus gastos, cambió de cara cuando vio sacar el arma de un bolso Channel. Copia segura,  yo te compré  uno a un negro de Puerta Real por 20 euros. Yo también me quedé sin palabras cuando vi las tijeras de podar. Y se,  que Juan, y la pija nueva que vino de la oficina central y que aún no recuerdo su nombre, se pusieron pálidos, como un niño con empacho.
Y el grito. La palabra atraco a pleno pulmón cambió mi ritmo cardiaco y más cuando todas las miradas se dirigían a mi, suplicando la apertura de la caja y el final de tan angustiosa espera.
Conozco esos zapatos, yo te regalé unos idénticos el día de nuestro aniversario. Lo recuerdo porque a ti te parecieron tan poca cosa y tu enfado fue tan grande, que prometiste no calzarlos en toda tu vida.
Se lo que se siente al tener unas tijeras de podar junto al cuello. El frío de sus hojas, el temblor del atracador, la tensión, incluso su perfume. Yo conozco ese perfume. Me gasté 100 euros en lo que tú calificabas como empalagoso líquido barato.
Conozco la vergüenza de miccionar por miedo y que un minuto se convierta en una vida entera.  Por eso cuando Juan se abalanzó sobre el atracador, recobré el vigor, la entereza y el autorespeto y golpeé con furia a una carne débil hasta que una voz femenina  salida del fondo de un guarda montañas negro gritó! Mariano que soy yo coñoo !.
Ahí fue cuando me derrumbé, justo después de patearte y rezar por mí.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Mercedes Li

No suelo tomarme al pié de la letra las insinuaciones de los clientes. Me limito a servir la cerveza vomitiva que les proporciona cierta sensación de sociabilidad. Eso, si aún mantienen cierta cordura, cosa que desde que llegué a este país brilla por su ausencia.

Hoy tengo el día tonto. Tres carreras por Gran Vía hacen que mis pies indignados, soliciten asilo y baja laboral. Pesados policías. Saben que seguiremos, nos hacen correr por correr. Antes, escondía el material en los arbolitos de quita y pon de las aceras.
Desaparecían ¿lo crees? En China dejas algo en la calle y en dos semanas vuelves y sigue ahí. ¿Aquí a quién le pides responsabilidades? si todos tienen la misma cara y nadie habla cristiano. Y además, si tardas en volver un paisano te roba la esquina y ya está el lío. Por eso ahora decido correr con el material. Una calle por aquí, otra por allá y vuelvo. Pero mi deseo es otro, no pienso estar dando de beber a estos sedientos y maleducados españoles todas las madrugadas de mi vida.
Yo quiero montar una peluquería. Ahorrar un dinero y dirigir mi salón de belleza y, dar tintes y rizados y trabajar bajo techo que en invierno la Gran Vía es un congelador callejero. “Mercedes Li”. Bonito ¿verdad? Ya tengo casi visto el local. El material lo tengo casi negociado con un senegalés del barrio que le montó a su novia el negocio, pero esta se piró para Barcelona y me lo dejó solo y algo tristón.
Ya practico con mis paisanas. Me miran extrañas cuando al mirarse al espejo descubren su pelo rubio y rizado. Se que es la primera impresión. Pero tengo un sueño. Llenaré la Gran Vía de orientales rubios y el salón de belleza Mercedes Li será la envidia de una ciudad fría, maleducada y bebedora, sobre todo a las cuatro de la madrugada