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lunes, 19 de septiembre de 2011

Septiembre.


No llueve. No imagino un septiembre sin lluvia, ni una rubia sin labios gruesos y rojos. Pero no, no llueve. El sol molesta de pesado y las mangas largas de mi armario comulgan con fe cristiana por una tormenta ventosa y lluviosa. Pero no llueve, ni una triste nube que regale una sombra bajo mis pies. A mí el sol me gusta. Tanto, como para pedir asilo en Alaska en agosto. Pero no hay suerte. En el norte, donde el verde predomina sobre la raza y las calles son tristes como un blus, limpian su alma con el agua de agosto. Pero aquí, no llueve. Ni tan siquiera humedecen las flores secas de los balcones las primeras gotas de una lluvia sanadora y pura. Septiembre sin lluvia es una guerra a muerte de banderas negras y sucias. La misma que desemboca todas las mañanas en el azul de este cielo yermo y luminoso.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El trabajo dignifica al ser humano.


Para no levantar suspicacias y malentendidos, me presentaré ante ustedes con un nombre imaginario, digamos  M. Trabajo en la terraza de un bar, con lo que conlleva en psicología y en conocer a las personas así, a la primera impresión. Sus gustos, sus manías, si son olvidadizos, si tienen familia, si son atrevidos resueltos o maleducados. Si, al primer golpe de vista ¿como lo ven?
            Yo por lo general no soy de fiarme mucho con la primera impresión, te llevas grandes decepciones. Miras a alguien, lo ves, lo estudias, crees que tiene posibilidades y luego, nada de nada. Listo, pelao, mojama. Es lo que tiene, me dijo un día mi compadre  Manuel, a él si le nombro, por respeto, el es toda una autoridad en las terrazas y yo solo llevo unos pocos años intentando llegar a su nivel. Mis inicios fueron como los de todo el mundo, un encendedor, unas gafas de sol, un teléfono móvil con más atrevimiento que distinción he de reconocer y una sola condición: trabajar solo.
            Les daré algunas normas de conducta elementales para este negocio. La primera: no acudir jamás a terrazas valladas, la huida es necesariamente un factor a tener en cuenta. La segunda: la avaricia rompe el saco. No desvalijar dos mesas. Con una cartera en bolsillo ajeno llamamos menos la atención del respetable que con dos, por muy fácil que parezca el negocio. Y tres, nunca le des carrete a ninguna rubia solitaria de buena planta y mejores pechos. Puede ser la mujer de Manolo y ese siempre trabaja en pareja.
         Como ven, vivo de las terrazas, aunque la cosa está mal hasta para los rateros como yo. ¿Mi zona de trabajo? Cualquiera donde sirvan cerveza bien fría.