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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Paseos matinales

Me sorprende la marea humana con mapa en mano y mochila a la espalda, mientras observo el escaparate de mi librero habitual. Soy de los que deambula por el éter literario de las portadas de algunos libros. Imagino a sus protagonistas, me invento una trama dependiendo del color de la portada, ahí de pie, separado por un cristal que me impide vivir las mil vidas que promociona ese escaparate que pasa tan desapercibido, ajeno a tanta visita externa.

Y en eso que mi hombro percibe cierto toque de abrir puertas. Al girarme puedo ver a una pandilla de veinteañeros solicitando información que tienen que repetir dos veces hasta que aterrizo en este planeta tan poblado, como invisible.
¿La Catedral?
La pregunta suena más a reproche que a súplica. Elevo la vista al cielo y veo su torre vigilante ante nosotros. Por un momento la imagino en un derrumbe voluntario cayendo sobre la cabeza de esta masa informe de hormonas y voluntades rotas.
Intento señalarla con el dedo, ahí a tres metros y, justo cuando quiero convertir mis pensamientos en palabras, la bullanguera marcha verde del turismo nacional, me da la espalda y pasa por delante de la catedral ignorándola por completo.
¿……? Ahora entiendo menos me digo. Vuelvo al escaparate de mi librero.
Parece que Gibson ha escrito el mismo libro con distinto título. A Lorca le deben de timbrar los oídos ante tanta imaginación literaria.
La hora del almuerzo. Pienso en mí dentro de 10 años. Es un juego personal en mis paseos solitarios.Me imagino en el escaparate de mi librero, interrumpido por turistas maleducados preguntando por la catedral que luego ignoran, observando el último libro de un decrépito Gibson. Si, como no. Lorca otra vez. Que alguien le ofrezca una paga vitalicia y deje de atormentarnos.
Sonrío. Una anciana no entiende mi imitación de Sheldon Cooper y cruza la calle.
Que la fuerza te acompañe. Me digo.

9 comentarios:

Alamut dijo...

Es el tiempo de las colas. Este largo puente ha generado un flujo de personas de unos lugares a otros y cualquier movimiento queda entorpecido por su gradiente. Colas a la entrada de museos, colas en los centros comerciales, colas en los accesos a ciudades, colas en las colas ... ¡Queda concluido el puente nacional de las colas!
Saludos

Raúl dijo...

Tienes una ciudad muy poco propicia para el recogimiento, con tanto turista.
Sonrío.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Cada cual con sus códigos particulares llega a ser casi un extraterrestre para quienes desconocen sus modos y rarezas!


un abrazo.

J. G. dijo...

no hay nada como un paseo matinal a la Caixa, ¿por qué ahí? porque me invita lo que sale en tu blog a la vez que te leo.

saludos.

MARIA I dijo...

Suele suceder como turistas... por el afan de conocer los "grandes sitios" en esos mundos desconocidos que visitamos, nos perdemos los pequeños detalles y rincones que cuentan historias tan increibles como cercanas a nuestros propios mundos...un gusto leerte ogr....
besitos

María dijo...

A veces esas mareas ingentes de curiosos que llenan nuestras maravillosas ciudades de ruidos y colas, interrumpen el placentero latir de unos lugares que amamos desde ópticas desconocidas para ellos, que disparan un objetivo donde nosotros disparamos nuestro corazón.
Un placer leerte Antonio.

Miguel Baquero dijo...

Las hordas turistas suelen tener marcado un recorrido exacto y cuando se saeln de él son incapaces de ver la catedral ni aunque esté sobresaliendo ante sus ojos. Te lo digo yo, que he sido muchos años turista ;-). Y ahora ya no lo soy porque no tengo dinero, que si no...

Alex B dijo...

Qué pases una Feliz Navidad.
Un beso.

Thania dijo...

residuos humanos

Me gusta leerte cuando escribes así, tan pausado, tan triste, tan hermoso.