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jueves, 23 de junio de 2011

El milagro de la vida.

Ya ven, así como les cuento. En la antesala me dieron a elegir entre cinco opciones de vida con la única condición de no volver atrás. No hay forma de arrepentirse, me dijo un señor con bigote de acento andaluz que me recordó a Juan y Medio y al que solo le faltaban los niños y un balón de Nivea para odiarlo hasta morir. Justo antes de firmar mi acta en la sección de “envíos”, un representante sindical me aseguró que los enviados afiliados a P.P.O.O eran más felices que los que se afiliaban a U.N.T, por alguna razón que no entendí bien, pero imaginé inquietante por el guiño de ojo final. Desprecié la primera casilla con cierto rubor “Prostituta de lujo” ¿Habrá alguien de los innombrables dedicándose a tan ardua tarea? La segunda: mentecato, funanbulista y exprimidor de naranjas de la huerta valenciana a tiempo completo, me pareció estresante.


Ahí estaba yo y quedaban tres minutos para el lanzamiento de la nave “Payá k Vamos” con un futuro indeciso e incierto. Leí con rapidez las tres casillas restantes. En dos minutos debería decidir mi futura vida. A mi derecha un chico algo nervioso había señalado con la x correspondiente su casillero asignado y lo gritaba a viva voz. Bien es verdad que la “Verdad Suprema” nos asigna a cada uno cinco casillas diferentes sin posibilidad de repetir destino. Sonó por megafonía el inicio del último minuto anterior al lanzamiento y no tenía nada decidido, así que con toda rapidez, señalé con una x mi destino con la única certeza y conocimiento de ignorar al infortunio.

Cuando dieron el ahora, un señor bajito con una elástica deportiva blanca y un Santiago Bernabéu bordado en el pecho leyó en voz alta mi destino y quede aturdió por unos instantes. Al segundo, pensé en lo azaroso de mi destino y quizá de mi precipitada elección. ¿ZP? ¿Pero que saber ignoto ocultan estas palabras? pensé, mientras caía por el halo de luz hacia mi mundo futuro y una voz desde el mundo de los innombrables oí que gritaba a lo lejos, “la que vas a liar compadreeeeeeeeee”.

jueves, 9 de junio de 2011

Tormenta

Me gusta el café te dije, observando a través de los cristales el correr de las ancianas buscando refugios furtivos. La lluvia tiene un don purificador y a mí me gusta ver los zapatos de los niños mojados. ¿Revolución? No, no he visto nada.
Las revoluciones son cosas serias dijiste. Si, deben serlo pensé yo, sobre todo cuando faltan la libertad y el pan. Hay un charco justo en la puerta de entrada y chapotean los no tan niños y envidio su suerte y su imagen reflejada en el agua turbia y viscosa.
Huele a regaliz dijiste. Pero yo huelo a una humedad pesada de días que arrastra más de uno al que deberían prohibir la entrada.
Caen de las cornisas gotas como disparos a bocajarro y las mujeres me parecen más bellas. Debería llover por ley. Eso sí sería una auténtica revolución.