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lunes, 1 de febrero de 2010

Un capuchino por favor

A las cuatro de la tarde de este enero invernal, en un sábado gris plomo estampado de rebajas y saldos, lo que más me apetecía era tomarme un capuchino rodeado de fotos de la Roma de los cincuenta, donde todo personaje parece un actor en un sepia ausente y emotivo.
Ahí estaba yo sentado en una mesa repleta de sobres de azúcar maltratados y ceniceros de completo, intentando ser visto por el camarero de mesa, mas pendiente de limpiar sus uñas que de mirar a los clientes.
Observo a la concurrencia y todo es tan absurdo que me pregunto en que planeta vivo. Hay una camarera de pelo rojo limpiando mesas, que a la mínima inclinación nos deleita con un tanga negro bajo un tatoo parecido a la marquesina del bus.
Dos abuelas intentan convencer a una tercera sobre lo interesante y conveniente de los bailes de salón promovidos por el ayuntamiento. Gratuitos, naturalmente. Después de veinte minutos de espera, nadie sabe ni conoce el paradero de mi capuchino. Lo vuelvo a intentar, mientras me mira un niño de no más de cinco años con la lengua roja de piruleta y madre ausente, de esas de peluquería y puntas hacia arriba que tanto furor esta causando en estos tiempos.
Llega mi capuchino y no es un capuchino. Es un café con leche con nata, un colofón sacrílego a tanta mediocridad. Decido irme, acabo de inventarme una cita con R, que a mil kilómetros ni imagina ser una excusa perfecta para huir de tanto mediocre.
Paseo por la Gran Vía, después del destierro forzoso aún me parece mas austera y sombría que antes. Grita un niño a lo lejos y reconozco a esa madre. Camina charlando plácidamente de la mano de una bolsa de chuches.
No somos nadie.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Ni nada.

No somos nadie ni nada.

Un abrazo.




John W.

ordago13 dijo...

No somos nadie...
Los buenos relatos que se cierran siempre con grandes frases.

Fernando dijo...

Realmente hay veces que no comprendemos ni nuestra vida interior. ¿Cómo comprender la vida que se mueve a nuestro alrededor? Sencillamente, no hay que comprenderla, hay que verla con paz y meditar que todo lo que ocurre a nuestro alrededor debe obedecer a alguna idea bien trazada o a un azar milagroso. Sólo el ver esas cosas tan distintas, como la camarera del pelo rojo y la conversación de las abuelas sobre el baile de salón nos mueve a pensar que existimos, aunque no comprendamos bien el sentido de ese mundo. Un abrazo.

Alelí dijo...

somos todo lo que querramos ser...

la desolación de sentirnos lejos de quien queremos...es dolorosa.

Caroli dijo...

En efecto, no somos nada. El final es perfecto =D
Saludos desde mi rincón.

Reflexiones de Emibel dijo...

Sí que es curioso observar a las personas desde un rincón, sin ser vistos para que sus actos sean naturales. Al mismo tiempo y qué será de sus vidas, serán felices, sufrirán, qué anhelarán....
Me gustó especialmente tu texto observador. Utilizas genialmente la descriptiva, se podían imaginar perfectamente los morretes del niño pintados de rojo por la piruleta.
Un abrazo

SILVIA dijo...

El absurdo devenir de la vida.
Nadie es nada, y nada es nadie.
Un relato absolutamente perfecto.
Mil besitos!!!

N Ó M A D A dijo...

A veces no sé si es mejor escuchar lo ajeno o rumiar lo propio...

JotaEfe dijo...

Desde luego, no somos nadie, ni nada y encima estamos aquí de prestado; para que nos las vayamos dando de no sé qué. Demasiados afanes nos tomamos para acabar como vamos a acabar¡
Saludos.

metztli dijo...

nada queda después de un día que no se vivió...
un abrazo

Saúl dijo...

ciertos días..

Anónimo dijo...

Los mozos son siempre sordos y ciegos y en el momento de servir..tontos

Cristina dijo...

De verdad!!! A ver si aprenden que un café con leche con una bola de nata NO ES UN CAPUCCINO.
Te entiendo perfectamente.

June dijo...

Hace años trabajé en una cafetería donde me explicaron como hacer un Capuccino bien hecho, quiero decir, de los de verdad.

Guardo esa información como una reliquia. Aunque no se si desentonaría, puesto que llevo el cabello rojo y tengo unos cuantos tatuajes.

Aunque ninguno se parece a la marquesina del autobús xD

Raúl dijo...

Y que lo digas, Antonio, y que lo digas...

Thania dijo...

Los capuchinos son mejor en casa. La cervezas son mejores en los bares.