Sabías perfectamente que mis padres no me dejaban jugar en la explanada de la casa encantada, aquella que con la edad y el tiempo se convirtió en el hogar de Eva, la delgada y pecosa novedad a la que declaraste amor eterno nada más verla.
La señora Luisa fisgaba por los bisillos, espiaba nuestra colección de rabos de lagartija en aquel bote de Nescafé –como lombrices, pero con más nervios-, miraba como saltábamos la verja de la parcela vecina, porque daba el sol todo el día y decías que arrojando agua a los huecos, podríamos ver salir corriendo a las lagartijas y con solo atraparlas soltaban el rabo. – Les sale otro, tranquilo- decías abriendo el bote, ampliando la colección. Doña Luisa siempre iba con el cuento a mi madre. Lo recuerdo bien, su cara seria y el silencio solo interrumpido por sus reproches y sus pocas ganas de tener que recibir a los vecinos solo por la mala conducta de su hijo y esa especie de delincuente que eras a sus ojos, aunque creo que no eran los únicos que pensaban de esa manera.....
9 comentarios:
Precioso.
Quién pudiera volver a la infancia...
Me gustó el texto...buena carga de nostalgia (aunque nunca jugué con lagartijas...demás está decirlo! jejejej)
saludos!
La lluvia nos vuelve nostálgicos!!
A mi nunca me gustaron las lombrices.
Me ha gustado mucho el texto.
Ya hacia tiempo que no me pasaba por aquí ni por mi blog.
Te dejo un nuevo blog mío por si quieres visitarlo.
http://rosadoalgodon.blogspot.com/
Entretenido.Gracias!
Nostálgico fragmento de la niñez.
Muy hermoso.
Saludos.
Pensando en la continuación, decirte que el inicio resulta atractivo a más no poder.
Si no somos rebeldes en la infancia...no podremos serlo nunca...
A mi tambien me dio por las lagartijas!
Cuanta nostalgia...
niños crueles... XDD
fui parte de ese espacio en este universo... conociendo la crueldad de manera inmediata conoceremos el amor... santa inocencia. saludos =))
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