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viernes, 25 de febrero de 2011

Mañanas imperfectas.

Desciende rápido por la escalera, le gusta de siempre, desde que viviera en un décimo sin ascensor, en la parte oscura. Su forma de nombrar su barrio, la casa de sus padres, donde vuelve siempre que su trabajo lo permite. Al salir a la calle, nota el aire molesto en su cara, mete la mano en su bolsillo buscando las llaves del coche. Detesta limpiar el cristal delantero de pasquines de publicidad, en esta parte de la ciudad hay cierto repartidor que parece disfrutar dejando bajo su limpia parabrisas la mas amplia gama de servicios; chinos, tintorerías, restaurantes o compra ventas de oro.


Abre la puerta del coche, cualquiera diría que lleva meses en la calle abandonado. A los pasquines publicitarios hay que sumar los excrementos de las aves, el polvo acumulado y algún texto en el cristal trasero, que aconseja realizar alguna labor agrícola en vez de su limpieza.

Continuará..................

jueves, 17 de febrero de 2011

LADY GAGA.

“Soy un tipo de canciones” le escuchaba decir al tipo espeso, cuando la camarera inundaba una carpeta de discos compactos con unos dedos impregnados de sabor a vodka con naranja. Segundos después, el inicio de Wonderwall, acallaba las palabras del doble de Torrrente como si la música fuera una adormidera serena y global, y los presentes meros espectadores de una obra de teatro con final predecible.
Cuando las señales corporales emitidas por el gordo anunciaban su estrellato momentáneo, dos chupitos de un licor verdoso, anunciaban el inicio de un pasito más, como si la rubia del bar asintiera en la galantería y el azar diera una oportunidad a una noche exitosa. El bullicio del garito dejaba paso a momentos serenos por esa avalancha de los fumadores hacia la puerta del local, concurrida como un local de alterne en feria. La visión de nuestro amigo, inclinando su peso hacia la barra, desafiando cualquier ley física e intentando sujetar las manos de la rubia con esa hilaridad de verbo fácil y rápido, resultaba algo cómica……

-¿Y esa es la nueva historia que vas a colgar?- disparó I., incrédula por la inacción del protagonista. No ocurre nada, ¿se la tira al final? ¿Muere envenenado por un chupito? ¿La rubia es less?
No se la verdad- comenté algo sorprendido- solo quería escribir algo donde un perdedor tuviera un golpe de fortuna, una noche mágica. También tienen derecho los gordos grasientos a pasar una noche con la camarera rubia buenorra del bar, ¿no?
Hombressss- susurro I. al aire. ¿Tú te imaginas a Torrente con Lady Gaga?
Despierta chico, convierte el relato en un asesinato sin resolver, un suicidio colectivo, una historia de infidelidad continua, pero olvida al gordo o tendrás menos éxito que Lady Gaga por jotas a orillas del Ebro.

…….Justo cuando nuestro protagonista dirigía unas palabras a la rubia voluptuosa y justo después de llevar sus manos a la garganta y realizar numerosos aspavientos, cayó como fulminado por un rayo y su cuerpo quedó inmóvil sobre la barra húmeda del bar.
Solo se oyó la voz de A. sentado a mi lado que exclamó malhumorado:
¡Ya lán dao por culo al gordo!

martes, 8 de febrero de 2011

Quiroptofobia

Murciélagos. Odio los murciélagos. Esos dientes, ese cuerpo de ratón con alas. De pequeño soñaba en adentrarme en cuevas secretas repletas de tesoros maravillosos hasta que cientos de ellos alertados por la luz de mi antorcha, se dirigían hacia mí en actitud hostil, despertando sudoroso llamando a gritos a mis padres.
En la casa de campo, en esos veranos largos de siestas eternas y mosquitos, alguna que otra vez, cuando la noche llamaba a la puerta de nuestro hastío, no se si perdido o asustado, sacábamos a escobazos a algún murciélago medio lelo, lo que aprovechaba mi hermana para reírse de mis gritos histéricos y mis aspavientos absurdos.
Y ahora, como castigo divino o maldición bíblica, apareces tú en mi vida. Que ande colgado de ti, con esa pinta de loca del Caribe tiene un mérito terrible. Que me llames Robin en nuestros momentos de efervescencia tiene un pase, que supero por el placer de sentir tus envestidas rabiosas que encienden las venas de tu cuello.
Pero de Batman, paso. Por más que sea tú fantasía mil veces soñada no me disfrazo de hombre-murciélago, ni por todo el oro del mundo, ni por el hombre mas deseado de la tierra. Así que ve olvidando esa capa negra, y ese antifaz que me produce urticaria y alquílame un disfraz de caperucita roja.
De la talla 42 a poder ser, gracias.
96E7QH82C5VW

miércoles, 2 de febrero de 2011

El regreso de Sergio

Son difíciles las paradas de autobús. Pero más difíciles aún las personas en ellas.
Moscas, piensa. Individuales, como salpicaduras de pintura roja sobre un mármol blanco roto. De pequeño cerraba los ojos e intentaba descifrar su número por la gravedad de su motor, por las carreras, por el sonido de las monedas en los bolsillos ajenos. Pero todos los autobuses tienen el mismo sonido a día perdido y áspero.
Lleva intentando superar ese miedo demasiado tiempo. Se le hace infinito el regreso a casa cada día. Son doce paradas y doce esperas que caducan con un paseo doloroso.
Su psicólogo le aconseja la estimulación positiva de recuerdos alegres y felices.
El, solo siente el vacío y el olor impregnado en el aire que dejó A., el día que abandonó a Sergio dejando su vida convertida en un vodevil de cabaret barato.
En una terapia de grupo, J, un chico escuálido seguidor de series vampíricas y convencido a pies juntillas de ser descendiente directo de cierto Conde rumano, le aseguró que su problema tenía la solución perfecta; no tendría inconveniente en demostrarlo de ser un simple mortal, claro.
Las terapias de grupo son a Sergio lo que teletienda a ciertos compradores compulsivos.
Lleva peor las miradas y hacerse el ocupado para situarse el último de una fila que abandona de inmediato al sentir el aire cargado del interior del vehículo.
Porque el dolor de Sergio es encontrarse con A, conductor de la concesionaria de buses de la ciudad. Por eso se le hace imposible poner un pie en cada bus que llega a la parada. Así un día y otro, haciendo de su regreso a casa una Maratón interminable de espera y emociones. Aunque sepa que jamás lo encontrará.
M murió de sida hará ahora 4 años y aun así, conduce la vida de Sergio.