Por los espejos de los escaparates
mirábamos nuestro perfil
-branquias bajo el agua- cantábamos
con la pretensión de los niños felices.
Deberían contar las esquinas
y confirmar los pasos de cebra,
lo ridículos que parecíamos
vestidos de artistas charlatanes,
calados de un chaparrón de autoestima.
Bailábamos canciones tristes,
a nadie le importaba entender una palabra
de ese inglés inaudible y seco,
nuestro himno no era una canción
era un lugar, un destino.
Llegábamos a la ciudad
buscando el regalo de cumpleaños
a mil años perdidos,
las aceras gritaban y los claxons coreaban,
domingo soleado por los tejados.
Algunos miraban, observaban
lo importantes que nos sentíamos, tan diferentes,
tan extraños al resto.
La felicidad desbordada
como flores marchitas en una copa de ginebra,
-branquias bajo el agua- cantábamos,
y nuestras sonrisas hacian reir
al mundo que nos veía de vuelta.
10 comentarios:
Y quemás da si la gente está de vuelta, si te apetece bailar canciones tristes, ser un poco loco.
A mi me encanta la locura.
Interesante entrada, y eso, te deseo un domingo soleado por los tejados.
Un besitoooo.
No dejes de cantar, siempre la musica algo desierta en nuestro corazón.
Besos.
Que increíble domingo! Sale de lo clasico, me atrapo completamente por eso...
Ya q ud me regaló pinceladas de miel, yo le dejo un par de barras de chocolate para q las disfrute ;oP
cuanta dulzura....lo leía y lo imaginaba...
besitos.
me he sentido así en infinitos momentos....gracias por este bello texto q me lo recuerda...
Que bueno eso de un regalo de cumpleaños a los años perdidos.
Muy bueno antonio!
Magah
desde el título me cautivó,
lo leí el domingo, cuando los tejados de esta ciudad tambien estaban soleados.
te dejo mi lugar en el club R.B
tu si que te lo mereces
:)
abrazototes!!
Me encantó.
hermoso relato!
me gustó mucho este poema, muy bueno, yo también pienso darme otra vuelta por acá. Saludos.
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